Hace unos días repasábamos la enciclopedia en la que estaba transformando su Twitter de un diseñador que charlaba sobre los detalles de su trabajo. Comentaba en uno de sus mensajes que el buen diseño de juegos para videoconsolas es el que no precisa explicación, simplemente funciona, y también irremisiblemente me vino a la cabeza Super Mario.
Concretamente una de las oraciones que Miyamoto ofrecía hace unos años a las puertas del lanzamiento de Super Mario Odyssey. En una entrevista charlaba de la que considera una de sus piezas maestras, algo tan simple y efectivo que le proseguía pareciendo uno de sus mejores diseños: el Tox Box.
Una caja que se mueve cayendo sobre sus lados mientras que entorpece el paso. Todos y cada uno de los lados te aplastarán y dañarán si te cogen en su camino, que además de esto acostumbra a ser bastante difícil de eludir, mas tras unos giros descubres que uno de los lados tiene un hueco en el que puedes introducirte y dejar que pase.
Aparecido por vez primera en Super Mario 64, el oponente se actualizó en su llegada a Super Mario Galaxy, mas alén de su aspecto no requería ningún cambio más. Más de diez años de diferencia entre un juego y otro -y no es poco en una industria que medra a un ritmo vibrante-, mas seguía marchando a la perfección.
«Cuando el orificio está de tu lado Mario puede introducirse en el cubo y vas a estar a salvo, mas si no, vas a ser aplastado. Es simple de ver. Es clarísimo y entendible. Asimismo es simple de prever.
Pero una vez comienzas a meditar sobre ello, entonces se vuelve complejo. Cuando procuras probar a introducirlo en la acción, se vuelve complejo. Creo que es una de mis piezas maestras».
La idea es alucinante exactamente por lo visual y simple que resulta. Es bastante difícil que alguien que se cruce con otro oponente de la saga pueda prever qué ocurrirá ahora, mas el Tox Box es un tutorial en sí mismo. Una pieza maestra a rememorar.